Debemos alcanzar la superconciencia, que es el grado de conciencia propio de la individualidad. Si tuviéramos esta conciencia expandida que caracteriza a la individualidad, habríamos sentido que la vida es una, que estamos todos ligados, que todos los seres representan una unidad en el océano de la vida universal en el que nadan todas las criaturas. Y tendríamos sensaciones de ligereza, de fuerza, de gozo, de embelesamiento, de inmensidad… Pero nuestra conciencia es un producto de nuestra personalidad, y como hunde sus raíces en los tres cuerpos de la personalidad, está limitada.

Tenemos conciencia de nosotros mismos en tanto que tenemos pensamientos, emociones y somos activos. Ahora bien, por ser una conciencia limitada, una conciencia separativa, nos sentimos siempre fuera de todo, separados de los demás hombres y de la naturaleza.
La razón de ser de la oración, de la meditación y de todas las prácticas enseñadas en una Escuela iniciática, es establecer contactos y comunicaciones entre la personalidad y la divinidad para que al fin la conciencia se eleve, se ensanche, penetre en otras regiones y pueda percibir la realidad, la verdad… Y cuando se llega a esto, ¡todo se ve de manera diferente!
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
Obras Completas, Vol. 11, La Clave de los Problemas de la Existencia